José Engling
Todo para todos,
entera propiedad de la Madre de Dios
Datos biográficos
Nació el 5 de enero de 1898 en Prossitten, hoy Polonia,
falleció el 4 de octubre de 1918 en Cambrai/Francia.
José fue estudiante en Schoenstatt, congregante y prefecto de la Congregación Mariana de Schoenstatt, soldado en la Primera Guerra Mundial en Rusia y Francia.
Su proceso de beatificación se inició en 1952, el 17 de junio de 2008 fue el cierre diocesano del proceso complementario en Tréveris, y el 24 de septiembre de 2008 se entregaron sus actas a Roma.
Perfil espiritual
En 1912 José Engling llegó a Schoenstatt como alumno para la misión desde la Prusia Oriental. Tuvo que ir al frente de guerra en Rusia, durante la Primera Guerra Mundial, y poco antes del término de la misma cayó en el frente occidental en Cambrai. Él envió a Schoenstatt la cruz de hierro que le fue conferida por su empeño extraordinario por sus camaradas, pidiendo que fuera entregada a María en el Santuario.
“Santo de la Reconciliación”: es un título que le fue adjudicado; al cierre de su proceso diocesano de beatificación en Tréveris fue presentado como el “santo de la vocación”.
En las huellas de este soldado de infantería veinteañero, jóvenes se entusiasman, en el correr de más de noventa años, por este compromiso radical, original y magnánimo por el Reino de Dios, por la misión de la MTA, la Madre tres veces Admirable de Schoenstatt.
José se convirtió en un modelo, en “el hermano mayor”. Él trazó las primeras huellas en la escuela de santidad de Schoenstatt. Descubrió su ideal personal: “Todo para todos, entera propiedad de la Madre de Dios.” Comprobó su examen particular y su horario espiritual en las condiciones de la vida cotidiana en la guerra como un camino de santidad para la realización de su ideal. Le ofreció a la Madre de Dios, su “querida Madrecita”, su propia vida mientras las granadas caían junto a él: “Soy tuyo. Dispón enteramente de mí y de lo mío como quieras. Pero si es compatible con tus planes permíteme ser una ofrenda por las tareas que le has planteado a nuestra Congregación” (1918).
Muchos de los que siguieron sus huellas en el camino de la santidad se remitieron luego al ofrecimiento de su vida a la Madre de Dios. José mismo no tenía un modelo – sólo a su Director espiritual: “Quiero ser santo a través de mi director espiritual!” Este fue el secreto de su santidad.
Dios guió a este joven de la lejana tierra de Ermland precisamente en estos años hacia Schoenstatt, junto al Rin, cuando el fundador se esforzaba por anunciarle a los jóvenes la Alianza de Amor con María Santísima. Y María puso a este joven como ayudante del fundador al comienzo de la historia de Schoenstatt, un joven con la capacidad de apropiarse autónomamente de los pensamientos recibidos poniéndolos por acto con consecuencia.
Relación con el Padre Kentenich
José llega al seminario de los Palotinos en Schoenstatt a la edad de catorce años. Los objetivos de la joven congregación que había sido fundada en abril encuentran en su alma una tierra preparada. Todas las semillas sembradas por el Padre Kentenich semanalmente mediante sus conferencias, dieron abundante fruto en José – en el silencio más completo, pero bajo la mirada atenta y vigilante del director espiritual, quien da el siguiente testimonio: “No es una exageración si digo: casi no hay una sugerencia honda mía que él no haya tenido en cuenta. Conservó con gran fidelidad todo esto en su mente y corazón” (J. K. 1957).
Con cierta admiración el Padre Kentenich observa cuán independientemente se desarrollaba la vida espiritual de José, de tal modo que para él, efectivamente la “gran guerra” se convirtió en un “medio poderoso para la autosantificación” (cfr. Acta de Fundación). José se convirtió en pionero del sistema educativo de Schoenstatt. “Esto era parte de la cualidad específica de su espiritualidad: vincular los más altos ideales con lo más pequeño del día cotidiano. Llegó a una maestría admirable en este campo y esto lo preservó de ser un soñador fantasioso, a la vez que le ayudó a no vulgarizar la vida cotidiana ni a quebrarse ante ella” (J. K. 1957).
Así, en el frente de guerra agotador maduró en su vida interior viviendo permanentemente en la presencia y cercanía de Dios. “Dios, el Padre que me ama, está conmigo”. Estaba preparado y se despidió de su camarada: “Estoy preparado y tengo todo en orden!”
La consagración de José al cierre del mes de mayo de 1918, ofreciendo su vida “por las tareas que le has planteado a nuestra Congregación”, contiene la forma máxima de la Alianza de Amor con la Mater ter admirabilis de Schoenstatt, y entró en la historia con el nombre de “Consagración de José Engling”. Es de admirar que schoenstattianos de todos los tiempos, de Alemania u otros países, se hayan orientado expresamente en José Engling, entusiasmándose en su ejemplo para aspirar según su vocación original a la santidad: “Quiero ser un segundo José Engling” es el axioma de muchos “santos schoenstattianos”, lo cual no significa que quieran ser una copia de él.
Íntimamente vinculado con María en el Santuario y con el Director Espiritual, se desarrolló en él la espiritualidad schoenstattiana: la piedad de Alianza, la piedad instrumental y la santificación de la vida diaria, así como fue comprendida reflexivamente recién años más tarde. “Él es y permanece para nosotros el gran proyecto divino al comienzo de la historia de nuestra Familia: el ideal del hombre de una única gran idea y de un único gran amor” (J. K. 1957).
Cuando el Padre Kentenich recibió la noticia del fallecimiento de José, supo que la joven fundación había superado la primera prueba de fuego: tenía un santo ya en el comienzo, cuando todavía no habían pasado cuatro años completos después del 18 de octubre de 1914. En su corta vida, José había dado ejemplo de cómo debía desarrollarse Schoenstatt lentamente en las décadas siguientes. “Así puede ser que José Engling sea el único que haya anticipado en su persona todo el desarrollo posterior. Más tarde surgió la expresión: la historia de José Engling es la historia anticipada de toda la Familia” (J. K. 1965). Partiendo de esta convicción, el Padre Kentenich publicó una primera biografía de José Engling en la revista MTA.
El Padre Kentenich da cuenta solo una vez acerca de la importancia de su propia persona en la vida de José Engling, lo hace en un estudio de 1957: para él fue decisiva “su vinculación personal a la cabeza de la Familia, es decir, a su director espiritual y al fundador de la Obra. La fecundidad de esta vinculación personal en la vida de José se puede reproducir acertadamente con las palabras: ‘transmisión de vida’…“
El Padre Kentenich había preparado una salutación manuscrita para la Familia de Schoenstatt para el 4 de octubre de 1968, cuando se cumplían cincuenta años de la muerte de José Engling. Después de su propia muerte, el Padre Kentenich reafirma allí su convicción: “En la historia del joven héroe, (la Familia de Schoenstatt) vivenció el acta de fundación y la historia de fundación vividas anticipadamente, con los tres puntos de contacto con una perfección ejemplar. … Así Dios ha dado a conocer – así parece – su intención de manera inequívoca. Si no nos equivocamos, Dios ha previsto (a José Engling) para el honor de los altares.”