23.05.2021

Necesitamos el Espíritu Santo

Hermana M. Patrícia Lemes

¡Pentecostés!

Es un momento especial en la vida de la Iglesia y en nuestras vidas.  Recordemos la escena: los Apóstoles se reúnen con María, la Madre de Jesús, y otras mujeres para rezar. Han recibido una misión de Jesús, pero no saben cómo llevarla a cabo, por que desde que Jesús resucitó y ascendió al cielo, se enfrentan a una intensa persecución. Parece que están atenazados por un miedo paralizante, pero se enfrentan a este miedo con la oración.

La presencia de María en medio de ellos no es una mera coincidencia. Está con ellos como la Madre llena de fe en la realización de las promesas y el encargo de Jesús: «¡Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación!» (Mc 16,15) En este clima de oración, el Espíritu Santo irrumpe sobre ellos, liberándolos de las aflicciones de la mediocridad y vivificándolos con el espíritu de los apóstoles y de los mártires».[1]

Necesitamos el Espíritu Santo

Como en ese entonces, hoy vivimos una situación similar: estamos rodeados de miedo e incertidumbre. Nuestra fe parece tambalearse e incluso nos preguntamos: «¿Cómo puede Dios permitir que esta pandemia se lleve la vida de miles de personas?» ¿Nos quedamos encerrados en casa o nos enfrentamos a duras incertidumbres en el trabajo? ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo debemos actuar?

El Padre José Kentenich ya ha dicho que sabemos por experiencia lo difícil que es hoy tener una fe viva y sobrenatural…

¿Qué importancia debe tener el Espíritu Santo en mi vida? Debe ayudarnos:

Primero, a tener un contacto misterioso con Dios en nuestra vida.
En segundo lugar, a que lo experimentemos. Mirando nuestra vida cotidiana, cuando la cruz y el sufrimiento o cualquier otra cosa nos sobreviene, nos damos cuenta inmediatamente de que es un encuentro con Dios, como dijo San Pablo: «¡El justo vive de la fe!» [2]  – «Por eso, con espíritu de fe, debo ver a Dios en todo y entregarme a Él».[3]

Hagamos de nuestro hogar un Cenáculo

Necesitamos el Espíritu Santo. Es una promesa de Cristo a su Iglesia. Hagamos de nuestro hogar un Cenáculo. Invitemos a María a estar con nosotros y, unidos a ella, pidamos el Espíritu Santo.

Cuando el Paráclito venga sobre nosotros, una fe viva y operante nos fortalecerá y podremos dar testimonio de Jesús. Él vino a revelarnos al Padre providente, que cuida de nosotros hasta en las cosas más pequeñas. También podemos decir nuestro «sí» al plan de amor del Padre como la querida Virgen y colaborar en el plan de salvación. Esto es lo que pedimos en esta fiesta de Pentecostés:

¡Ven, Espíritu Santo! Te necesitamos.


[1] Hacia el Padre 212
[2] Hb 10,38
[3] Ausschnitt aus dem Buch „Vom Geist bewegt“ – Pater Josef Kentenich