Hermana M. Josmaris Treml
22 de noviembre de 1923
– 20 de abril de 2011
La Hermana M. Josmaris nació el 24 de noviembre de 1923 en Hercegfalva, Hungría, siendo la tercera de cuatro hijos. Vivía en un pequeño pueblo rural cuyos ciudadanos cuidaban fincas del monasterio establecido en ese lugar. Le gustaba recordar los hermosos y alegres años de su juventud. Estaban marcados por las profundas vivencias de las celebraciones litúrgicas anuales. Como era habitual en aquella época para todos los niños de las zonas rurales, trabajó en la granja después de terminar los seis años de escuela.
En 1946, cuando tenía 23 años, los comunistas tomaron Hungría. Su familia fue expulsada del lugar y finalmente se instaló en Stuttgart, Alemania. A través del contacto con un sacerdote de la Federación de Schoenstatt en la Parroquia de San Nicolás y por el testimonio creíble de una enfermera de la Federación de Schoenstatt, maduró en ella la decisión de ingresar en nuestro Instituto Secular. Casi no sabía alemán y todo era nuevo para ella, pero su amor a la Virgen le dio el valor y la fuerza para atreverse a dar este paso. Después del noviciado, trabajó en el servicio doméstico en varias casas. A partir de 1969, trabajó en la cocina del centro de formación en el Monte Schoenstatt, Alemania.
Siempre fomentando la alegría
Visto desde afuera, nada en la vida de la Hna. M. Josmaris fue grandioso. Pero ella poseía una gran conciencia de misión por la que lo daba todo por Schoenstatt. La Hermana M. Josmaris era diligente, silenciosa y reflexiva. Nada era demasiado para ella. Su manera maternal, sabía ayudar especialmente a las hermanas jóvenes cuando no podían completar el trabajo que se les asignaba. Con ella, uno nunca tenía la sensación de no ser capaz de realizar una tarea. Por el contrario, las hermanas jóvenes estaban agradecidas de aprender algo nuevo de ella. En broma, incluso la llamaban “Abuela”. Se percibía una atmósfera de oración en medio de todo el trabajo que realizaba. Siempre estaba atenta a fomentar la alegría en la comunidad de la casa. Una vez, cuando las hermanas se preguntaban, en vista de las graves limitaciones de tiempo, si realmente había que celebrar el carnaval, ella dijo espontáneamente: «Si lo celebramos bien, entonces ayunaremos bien».
La Hna. M. Josmaris amaba el orden. Siempre fue consciente y mantuvo el orden en su lugar de trabajo y en su ámbito personal. Era un apóstol de la pobreza y sólo poseía lo esencial. En todo su comportamiento era sencilla y discreta.
Una Misión para Hungría
La Hermana M. Josmaris, siendo una hermana jóven, conoció personalmente al Padre Kentenich. Él la miró y le dijo:
«Te conozco bien. Tienes que volver a Hungría».
La Hermana M. Josmaris guardó estas palabras del Padre Kentenich en su corazón durante toda su vida. En 1953, cuando a sus padres y dos hermanas se les permitió entrar en los Estados Unidos, a la Hermana M. Josmaris le preguntaron si quería seguirles y unirse a la provincia de las Hermanas de María allí. Pero la misión del Padre Kentenich le impidió dar ese paso.
Nunca regresó a Hungría. Sin embargo, lo que ella anhelaba para su querida patria, Hungría, se hizo realidad de otra manera: Schoenstatt echó raíces en Hungría y se construyó allí un Santuario de Schoenstatt. Muchos peregrinos de Hungría sabían que la Hna. M. Josmaris los representaba en Schoenstatt. Para ellos,era sobre-entendido visitarla cuando visitaban a Schoenstatt. La Hna. M. Josmaris se alegró mucho cuando las primeras jóvenes de Hungría y Rumania se unieron a nuestra comunidad. Rezó mucho por ellas. En ellas vio cumplida la tarea que había recibido del Padre Kentenich.
Convertirse en hermana de la adoración a edad avanzada
Cuando ya el trabajo en la cocina se hizo demasiado difícil para la Hermana M. Josmaris, entonces trabajaba en la sala de costura donde podía prestar servicio a sus co-hermanas de manera imperceptible. Siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás y a hacer el bien. Le gustaba visitar con frecuencia el Santuario de Schoenstatt con su andador y rezar allí. Cuando eso ya no le fue posible llegar hasta el Santuario, rezaba el Rosario con las hermanas ancianas o rezaba en silencio en la capilla de la casa del Centro de Formación. Siempre llevaba un rosario en la mano cuando caminaba por la casa. Se convirtió en una hermana de adoración silenciosa, especialmente ya a edad avanzada.
Nunca hablaba de su salud a pesar de que tenía una grave afección cardíaca. Soportó sus dolencias en silencio y con paciencia por su misión. Con la misma modestia, sencillez y humildad con la que vivía, se durmió tranquilamente en medio de sus hermanas un miércoles de Semana Santa, camino de la Pascua. Ella amaba a San José y es también un bello signo que pudiera morir un miércoles, día especialmente dedicado a San José. Creemos que desde la eternidad la Hna. M. Josmaris continúa cumpliendo su misión por Hungría.