La celebración del 25º aniversario de nuestra incorporación al Instituto de las Hermanas de María de Schoenstatt nos llenó de alegría y gratitud. Somos profundamente conscientes de que Dios nos ha elegido, nos ha llamado, nos ha formado y nos envía. Por eso podemos cantar con María, el Magníficat: «¡Mi alma glorifica al Señor, porque ha mirado la humildad de su sierva!»
¿Cómo podemos mantener el mismo entusiasmo con que empezamos?
Como preparación al Jubileo, hemos reflexionado juntas sobre lo que es importante para conservar los 25 años de vida consagrada, con el mismo entusiasmo que al principio. Llegamos a la conclusión:
- El fundamento de toda vocación cristiana es ser fieles a la vida de oración para cultivar nuestra amistad con Dios.
- Empezar de nuevo cada día para superar los retos, las dificultades y los fracasos sin desanimarse.
- En medio del trabajo, no debemos olvidar cultivar la alegría. Es decir, dedicar tiempo a cultivar las alegrías naturales y sobrenaturales.
- En la vida consagrada siempre es importante recordar cuál fue la motivación fundamental que nos hizo decir «sí», lo que nos cautivó: la experiencia que llamamos «primer amor».
- Es importante ser siempre conscientes de que es Dios quien nos ha llamado a esta misión, y es Él quien nos fortalece en el camino. No podemos confiar sólo en nuestras propias fuerzas.
Pertenecer al Instituto de las Hermanas de María de Schoenstatt nos ha dado un nuevo hogar, una nueva familia y mucha riqueza espiritual. Lo más hermoso es que nuestra entrega a Dios se hace realidad a través de nuestro compromiso concreto con la misión de Schoenstatt, cada una en la tarea que la comunidad le ha encomendado en nombre de Dios, y todas juntas: ¡una presencia de María en el mundo! ¡Esto llena el corazón de profunda alegría!
Somos un signo de la presencia de Dios
En una época de separación y desunión en las familias, de falta de credibilidad por los escándalos en la vida de sacerdotes y religiosos, un testimonio de fidelidad habla con fuerza y hace que la gente esté agradecida y feliz. Hubo muchas expresiones de alegría y gratitud en los saludos que recibimos de muchas personas que se enteraron de nuestro Jubileo a través de las redes sociales.
Como personas consagradas, somos un fuerte signo de la presencia de Dios. ¡Muchas personas saben que nuestra Casa Provincial de Atibaia/São Paulo – Brasil es nuesto hogar, nuestra familia, y sienten nuestra alegría cuando decimos que nos vamos a Atibaia! Saben que nuestra familia de Hermanas tiene un valor central para nosotros, y esto también se convierte en un testimonio para las familias. Amar a la familia es también querer estar siempre con ella.
Celebramos nuestro Jubileo durante esta pandemia y vimos cómo el Santuario fue y es un apoyo para muchas personas. A través de las transmisiones en línea, hemos ayudado a muchos a fortalecer su fe. Son innumerables las personas que nos llaman o nos envían mensajes pidiendo oración o simplemente compartiendo sus temores
El amor a la vocación, es mayor que los retos
Para las que ahora comienzan su camino vocacional, es importante tener en cuenta que el amor a la vocación es mayor que cualquier reto, ya que el amor crece, en la amistad con Dios y en la devoción al prójimo. En todo camino vocacional, encontraremos dificultades y éstas serán superadas casi de la misma manera: Mantener intacto el «primer amor», es decir, dedicar nuestro tiempo a lo principal: nuestra vida con Dios, con la Virgen, y meditar siempre de nuevo el amor y la misericordia que ellos nos regalan generosamente cada día. Además, ver cada sufrimiento como una oportunidad para crecer y trabajar juntos para que la humanidad pueda volver al corazón de Dios.