Misión en Aylín y Purulón
(Lanco, Región de Los Ríos)
“¿Cómo van a misiones jóvenes que no están bautizados?”
Me preguntaba sorprendida una Hermana. Y es que en estas misiones muchos de los jóvenes llegan porque quieren servir, quieren ayudar y Dios se vale de esos anhelos para salir al encuentro.
Jóvenes sin vivencias religiosas ni haber recibido los sacramentos, de familias donde no han recibido la fe, que abren su corazón porque han descubierto la paz en la oración y han escuchado por primera vez un anuncio del Evangelio que invita a la plenitud, que no impone, que no juzga …
Son jóvenes con vivencias complejas, historias familiares donde está presente la violencia, el alcohol, las drogas, el abuso, el abandono y tanto más… y en medio de esa realidad, aun conservan un corazón noble capaz de descubrir un poco de Dios en estas comunidades rurales, que abrieron sus puerta para acoger a “los misioneros”.
Al final de esos días, Dios se hace presente sobre todo en los lazos que se tejen y a partir de ahí se puede trabajar más directo en la catequesis y la evangelización, porque después de lo compartido ya nos conocemos y puedo contarles de Dios, siendo un interlocutor válido para ellos.
Es el secreto de los vínculos, al abrir el corazón a otros también se abre para Dios, porque Él entra a través de vivencias concretas, de rostros, de personas.