Verónica
Soy Verónica Rina
Vengo de Gerona, una ciudad al noreste de España. Ahora soy candidata de las Hermanas de María de Schoenstatt. Para descubrir mi vocación, me ayudaron dos cosas. Por un lado, profundizar mi relación con Dios, sabiendo que es Él quien me ha creado y ha puesto en mí mi vocación. Y por eso, sólo en Él puedo encontrar mi vocación. Y por otro lado, descubrir cuál es mi manera de dar amor a los demás.
A los 18 años, la pregunta acerca de la vocación empezó a cobrar fuerza en mí. En aquel momento, lo primero que me pregunté fue qué es en realidad la vocación. Para mí, es el camino que Dios ha pensado para mí, a través del cual puedo llegar a ser santa. Por tanto, esta pregunta no me concierne sólo a mí, sino a ambos: a Dios y a mí. Por eso debo preguntarle:
«¿Qué has pensado para mí?»
Estaba segura de que no podría encontrar este camino sin el Espíritu Santo. Por eso, le pedí que me acompañara y me inspirara cada día. De este modo, quería mostrar a Dios que estaba abierta a sus planes.
¿Cómo trabajé estas dos cosas? Paso a paso. En cuanto al primer punto,
(1) asistía diariamente a Misa y me preguntaba: «¿Qué quieres decirme hoy, Dios?». Por ejemplo, a través de las lecturas, de las palabras del sacerdote y, especialmente, en la conversación con Jesús en la Sagrada Comunión. Además
(2), conecté mi rutina diaria con Dios. Le ofrecía mis estudios, bendecía antes de comer, hablaba con Dios todo lo posible, etc. Y
(3) a través de la oración. Lo que Dios ha planeado para cada uno, lo descubriremos principalmente a través de la oración. Por eso, tenemos que pedírselo. Y para eso tuve que reservar un espacio para la oración en mi rutina diaria, de lo contrario habría sido imposible por el ritmo frenético de mi vida.
Para poder responder a la pregunta del segundo punto (cuál es mi manera de dar amor a los demás), tuve que conocerme mejor. Cómo iba a conocer mi vocación sin saber quién era yo. Por eso pensé que tenía que descubrir lo que en la espiritualidad de Schoenstatt se llama mi «Ideal Personal», o mi misión en el mundo, para la que Dios me creó sólo a mí. Para ello, me ayudó hacer un taller de personalidad donde pude descubrir y reconocer mi personalidad, cuál es mi temperamento, los talentos y debilidades que tengo, etc.
Estos dos puntos me ayudaron a darme cuenta de que estoy llamada a una vida consagrada.
Pero, ¿por qué las Hermanas de María?
Schoenstatt estuvo siempre en mi vida, crecí con Schoenstatt. Sin embargo, esa no es la razón. En realidad, no es que haya una única razón. Aun así, sería demasiado largo nombrarlas todas. La pregunta esencial es: «¿Es Schoenstatt mi vida?». A esto mi respuesta clara fue: «Sí, no puedo vivir sin Schoenstatt. No puedo imaginar mi crecimiento espiritual sin esta espiritualidad, y quiero conocerla y vivirla mejor para poder dar más Schoenstatt, pues creo que tiene una respuesta que puede ayudar mucho a la gente de hoy en día.
Para acabar: Lo más importante en este camino es permanecer
abierto y hacer algo,
no quedarse en el sofá esperando la llamada de Dios, sino rezar y mostrar a Dios a través de tu vida que deseas lo más alto y deseas seguir el camino que Él ha pensado para ti. Porque ya sea una vida consagrada o una vida matrimonial, nuestra vida es para el Señor. Y quiero terminar diciendo que