08.12.2023

„Ave Maria Immaculata!

Hermana M. Nilza da Silva
Brasil

Una breve reflexión en el día de la Inmaculada,
fiesta de la Inmaculada Concepción de María.

Para el Padre Kentenich, una persona pura posee la dignidad natural que viene de Dios y sabe conservarla. La pureza hace a la persona receptiva a la gracia y dispuesta a cumplir los deseos de Dios.

Unas palabras del Padre Kentenich:

«En el umbral del paraíso brilla la gran señal:
‘Enemistad pondré entre ti y la mujer’ (Gn 3,15)

En el curso de los milenios, un ser femenino tocará esta tierra con un pie puro y realizará en sí un trozo del paraíso perdido: ¡la Santísima Virgen! Ella no se dejará tocar por la serpiente, sino que aplastará la cabeza de la serpiente, el demonio, con su pie virginal, puro y maternal.

La Santísima Virgen tenía que ser inmaculada, tenía que ser inmaculada y completamente libre de todo pecado, porque estaba llamada a una perfecta unión de amor con Dios y, con el Salvador, estaba destinada a aplastar la cabeza del demonio y a enfrentarse con él en enemistad eterna…

Ave Maria Immaculata!

No hay nada impuro en ella. Es un espejo sin mancha, más pura que el sol, más blanca que la nieve. Ella es un reflejo del sol eterno, Jesucristo.

Ella es la aplastadora de la serpiente. Allí donde actúa la serpiente, allí donde actúa el demonio, ella debe aparecer para que la batalla se decida a favor del Salvador, el gran Redentor del mundo.

Porque la Santísima Virgen es la madre virginal del Salvador, porque está tan íntimamente unida al Salvador del mundo, su esfera de intereses es también de igual forma sumamente amplia. Los intereses de Jesús son también sus intereses.

 El ideal del ser humano plenamente redimido

La Iglesia nos muestra el ideal del ser humano plenamente redimido: es la gran Inmaculada.

En tiempos difíciles, la imagen de la Inmaculada tiene en nosotros un efecto purificador, edificante, transfigurador…

Cuando anhelamos pureza y nobleza, la Iglesia nos muestra la Inmaculada, la persona nueva, plenamente redimida.

Cuando nos arrodillamos ante la gran Inmaculada, ¡se despiertan en nosotros tantos pensamientos, sentimientos, anhelos, esperanzas y expectativas!».

¡La felicitamos de todo corazón! Nos alegramos al verla, porque vemos en ella, como en un espejo, la gloria de Dios mismo.

Padre José Kentenich:” La riqueza del ser puro”