El significado de una vida humana
La Dra. Hna. M. Elena Lugo
miembro de las Hermanas de María de Schoenstatt, regresó a casa con el Padre Celestial a la edad de 85 años, después de cuatro semanas de un doloroso, pero rápido deterioro de su cuerpo debido a un cáncer que ya había hecho metástasis. Plenamente, consciente y claramente convencida de que la vida es el objetivo de todos los cuidados, aceptó los procedimientos típicos que cualquier paciente debería recibir en su situación. De este modo, dio a sus alumnos una última lección de bioética. Ella hizo posible que los médicos del hospital “sirvieran a la vida humana en la singularidad particular de la persona”¹, que trataban, un mensaje que transmitió en numerosas ocasiones a lo largo de su vida.
A través de una corta, pero intensa batalla contra el cáncer, ha pronunciado una poderosísima lección sobre el valor sagrado de la vida humana.
Una joven doctora
Elena Lugo nació en San Juan de Puerto Rico el 28 de junio de 1938. Fue hija única de sus abnegados padres, que reconocieron desde muy pronto sus dotes intelectuales y la animaron a estudiar. En 1961, Elena se licenció en Teología con especialización en Sociología y Psicología. Cursó estudios de posgrado en la Universidad de Georgetown, en Washington D.C. (EE.UU.), donde se doctoró en filosofía.
El sorprendente giro
Durante más de 27 años trabajó como profesora de filosofía en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez. La experiencia de la peregrinación fue decisiva para la Dra. Elena Lugo. En un giro dramático de los acontecimientos, ella reconoció y aceptó su vocación mientras estaba todavía en Schoenstatt, solicitó la admisión al postulantado, y fue admitida, a pesar de la considerable diferencia de edad entre ella y sus nueve hermanas de curso y a pesar de los desafíos profesionales que enfrentó para mantener su puesto de profesora mientras seguía participando en los tiempos requeridos de formación.
Comenzó el postulantado el 1 de septiembre de 1975, en Madison, Wisconsin, a los 37 años de edad y recibió el vestido de las Hermanas de Schoenstatt el 13 de marzo de 1976. Totalmente entregada a su vocación de hija de la Virgen, la Hna. M. Elena volvió pronto a su puesto de profesora universitaria en Puerto Rico. El 27 de junio de 1984 hizo su consagración perpetua como miembro de la comunidad.
Inspiración en la Inmaculada
Su vocación como Hermana de María de Schoenstatt floreció mientras continuaba integrando en su campo la visión del Padre Kentenich sobre la persona humana y la comunidad. Por encima de todo, su profundo amor personal por la Inmaculada como concepto original de Dios de la persona humana, brilló en su persona y en su trabajo.
Era algo más que amor a una idea: era el amor transformador a la Santísima Virgen, que se hizo evidente en el modo de ser noble y elevado de la Hna. M. Elena, hasta el final de su vida.
Pionera de la bioética
Con el tiempo, su trabajo se convirtió en un servicio visible para la Iglesia. Fue pionera en varios foros para enseñar la interacción entre tecnología, política, economía, preocupaciones sociales y cuidado personal, enseñando, por ejemplo, una ética centrada en la persona para ingenieros y una bioética centrada en la persona para estudiantes de medicina. Por iniciativa suya, el recién fundado Centro de Filosofía en su Función Interdisciplinaria (CEPHIF) de Puerto Rico organizó una serie de simposios sobre ética médica y convocó congresos interamericanos, con participantes de 24 naciones de Norte, Centro y Sudamérica. Posteriormente, el CEPHIF se convirtió en el Centro de Filosofía e Historia de la Ciencia y la Tecnología y, finalmente, Centro de Ética de las Profesiones. La Dra. Elena Lugo fue también uno de los miembros fundadores de la Federación Puertorriqueña de Bioética y una de sus expresidentas.
Juan Pablo II la nombró miembro de la Academia para la Vida
En 2002, la Dra. Lugo fue nombrada miembro de la Academia Pontificia para la Vida, inaugurada por el Papa San Juan Pablo II. Ella hizo viajes regulares a Roma, especialmente en los años siguientes para asistir al Magisterio, en su tarea de instruir a los fieles sobre las cuestiones, a menudo difíciles y controvertidas, relativas a la vida humana, la sexualidad y la procreación.
Desde su jubilación de la facultad de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez en 2003, comenzó a colaborar como consultora en bioética y como presidenta fundadora de la Comisión de Bioética Padre José Kentenich para Argentina y Puerto Rico.
Inspirada por el P. José Kentenich
De múltiples maneras, contribuyó al desarrollo del movimiento en Puerto Rico y Estados Unidos, y constituyó el Instituto Pedagógico Padre José Kentenich, que recibió el reconocimiento de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico. En los últimos años, contribuyó a la investigación de la Causa Kentenich con leal dedicación. Era la sincera alegría de la Hna. M. Elena ayudar a otros a captar el modo de pensar de nuestro fundador sobre temas que afectan a la sociedad moderna. Uno de esos temas, por ejemplo, puede verse en sus propias palabras y enseñanzas: «una atención sanitaria integral que asuma la singularidad del paciente, un tipo de relación de alianza que genere empatía y confianza»²
Con su actitud, al final de su vida y en un estado vulnerable, dio a la facultad de medicina a los profesores de medicina -sus propios alumnos- la oportunidad de llevar la teoría de la bioética a la vida práctica.
Damos gracias al Padre Celestial por la vida de la Dra. Hna. M. Elena y por su entrega total a su misión y vocación como Hermana de María de Schoenstatt y maestra del valor de la persona humana y de la vida.