Del 23 al 25 de marzo de 2024, 28 miembros de los seis Institutos de Schoenstatt
llevaron a cabo su Reunión anual en Schoenstatt (Alemania), en el Monte Moriah.
Tema: Consejo Evangélico de la Pobreza
En este encuentro, que se celebra anualmente desde 2018, los participantes profundizaron en su carisma común y en su perfil como Comunidades centrales de Schoenstatt. La reunión de este año continuó la serie de intercambios alentadores, familiares y ricos en contenido, y se dedicó por segunda vez al Consejo Evangélico de la Pobreza. Las diversas facetas del espíritu de pobreza, que se caracteriza específicamente por el estado de vida y la misión de la Comunidad respectiva, sacan a la luz, como en un mosaico, lo que nuestro Fundador entiende por «pobreza mariano-apostólica».
La Reunión comenzó con un momento de oración en la tumba de nuestro Padre y Fundador. Al compartir y rezar juntos, él fue el centro común para todos.
“Es mejor viajar ligero de equipaje».
El sábado en la mañana, el círculo se amplió gracias a la posibilidad de participación online, de modo que otros interesados, de los diversos Institutos, tuvieron la oportunidad de tomar parte en las charlas y debates. El P. Jakob Busch, del Instituto de los Padres de Schoenstatt, introdujo a los participantes en el tema, retomando la corriente del minimalismo y relacionándola con la forma de entender la pobreza del P. Kentenich. Al Fundador no le preocupaba la renuncia absoluta a los bienes terrenales, sino el correcto apego a las cosas, que puede significar tanto disfrute como renuncia. «Es mejor viajar ligero de equipaje», dice una canción del grupo Silbermond. Menos, es más – si tiene valor para nosotros.
“Despejar lo que es fundamental”. La pobreza como oportunidad para que Dios nos pueda brindar…
Harald M. Knes, miembro del Instituto de los Hermanos de María (de Schoenstatt), retomó el lema del encuentro, en su conferencia. El título es provocador: ¿Cómo puede ser la pobreza una oportunidad cuando la experimentamos como amenaza e inseguridad? Sentimos la pobreza no sólo en las dificultades materiales y económicas, sino también en la falta de fuerzas y de tiempo, de capacidades y de vocaciones para nuestras Comunidades centrales.
Y aquí es donde la pobreza se muestra como una oportunidad para que Dios pueda brindarnos (lo que necesitamos): Dios necesita «vasijas vacías», como decía el Fundador, que estén abiertas a Él y en las que pueda derramar su bondad. El ejemplo de la vida del P. Kentenich deja claro que no podemos estar completamente seguros en la tierra, sino que nuestra seguridad última está en Dios. Esta seguridad es la libertad de un niño que se sabe sostenido por su Padre celestial.
El Dr. Padre Peter Wolf, miembro del Instituto de Sacerdotes Diocesanos (de Schoenstatt), profundizó en la actitud de pobreza del P. Kentenich: su seguridad en la voluntad de Dios, su indiferencia ante las cosas del mundo y su dedicación a su tarea, le permitieron desarrollar una fecundidad asombrosa en medio de las condiciones del campo de concentración de Dachau.
También fue muy enriquecedora la visión de las formas de pobreza practicadas por las distintas Comunidades. Seguir a Cristo con espíritu de pobreza, es distinto para un matrimonio con hijos, que, para un sacerdote diocesano, y también distinto para una Hermana de María.
Los miembros de los Institutos de Schoenstatt vivimos una pobreza mariano-apostólica: somos enriquecidos por Dios, para poder seguir dando (a los demás). Como Consejo Evangélico, la pobreza es una manera de vivir nuestro vínculo con Dios y hacerlo fructífero.
Los ejemplos compartidos por los miembros de los diferentes Institutos en Rumania, Perú y Chile ampliaron nuestra visión de la pobreza existencial y nuestra misión como Institutos seculares, de hacer tangible el amor de Dios, incluso y especialmente en la miseria de los más pobres, y de encontrar y servir a Dios en los pobres.
Nuestra comunidad es una riqueza
Los encuentros de los Institutos (de Schoenstatt) no sólo sirven para formarse juntos, sino también para vivirlos como una familia y fortalecerse mutuamente en nuestra misión común. Esta experiencia siempre suscita una nueva alegría en la propia vocación y aprecio por las demás Comunidades. También hubo conversaciones animadas y muchas risas durante las comidas y las tertulias nocturnas. Y los participantes expresaron unánimes su sentir:
¡Nuestra comunidad; entre nosotros y con nuestro Padre Fundador es una verdadera riqueza!
Fotos: Bruno Mucha, Instituto da Família, Áustria