A través de mi trabajo como educadora en la casa de los niños conozco a madres jóvenes.
En marzo de 2020 quise invitar a tres mamás que estaban embarazadas, a la bendición de padres de familia.
Pero entonces llegó el aislamiento. La casa de los niños se tuvo que cerrar a partir de entonces y el contacto con los padres fue difícil.
Lamenté mucho que la bendición de madre/padre no pudiera realizarse. Lo pensaba una y otra vez y le expresaba mi tristeza al Padre Kentenich.
Y de repente tuve una idea.
Unas semanas más tarde, en una ocasión en la que estábamos dando algo a los padres y a los niños para mantenerlos ocupados en casa, me puse en contacto con las mamás de nuevo. Inmediatamente aproveché la oportunidad para preguntarles si querían recibir la bendición de madre/padre. Dos de estas mamás, ambas protestantes, no sabían de esta bendición, pero estuvieron felizmente de acuerdo.
Me puse en contacto con nuestro párroco y le expresé la idea. Le expliqué que pensaba que en la crisis de Corona debemos descubrir nuevas formas de evangelización.
Después de su reticencia inicial, finalmente accedió a dar la bendición Madre/Padre por teléfono. Especialmente para esta celebración, preparó un pequeña oración que envió a las familias.
Después de la Bendición de Madre/Padre, coloqué zapatillas tejidas para bebés frente a las puertas de las familias como una pequeña expresión visible de que los niños no se «acobardarían en la fe» y podrían «seguir los pasos de sus padres».
Pastoral coronada con la bendición
Que este ministerio pastoral fue coronado con bendiciones se muestra por los ecos:
El párroco me envió la oración que había hecho y dijo que fue una experiencia muy hermosa y especial para él. Y quiere seguir dando la bendición a las madres/padres, incluso por teléfono.
Una de las mamás, que tiene un niño de dos años con un tumor agradeció la bendición. Le dio un nuevo valor y una nueva alegría para el hijo que espera. Dijo que su confianza en que Dios acompañaría a su pequeña familia se fortaleció de nuevo.
La otra mamá, que una semana después nació su pequeña hija, nos comentó que la bendición llegó justo a tiempo para ella y le dio mucha fuerza para los últimos días. Al final del embarazo tenía que acostarse durante las últimas cuatro semanas. Fue un tiempo muy tenso para ella, porque su marido estaba fuera mucho tiempo por negocios y sus dos hijos, de cinco y casi dos años, la preocupaban mucho y le costaron mucha fuerza.
Ambas madres están muy agradecidas por esta experiencia de Dios y la guía espiritual.