“El 20 de septiembre, el mundo que nos era familiar, desapareció: se quebraron las casas, las calles desaparecieron, pueblos enteros fueron inundados por los ríos, las avalanchas de lodo separaron partes del interior del país. Sin corriente eléctrica, sin agua, sin comunicación. Hacemos fila durante once horas para comprar un poco de hielo para mantener fríos los medicamentos de nuestro vecino”, relata Maria Rangel el 3 de octubre de 2017 al diario de Puerto Rico “El Nuevo Día”. Estas palabras nos permiten vislumbrar la “destrucción sin misericordia” que provocó el huracán María en la isla de Puerto Rico. Durante este tiempo y también en los meses siguientes, las Hermanas de María de Schoenstatt ayudaron a María Santísima a extender el “manto de la misericordia” sobre Puerto Rico y su población.
Primeros auxilios en las zonas de catástrofe
Durante el huracán, diversas personas hallaron refugio en el centro de Schoenstatt, entre ellas una familia numerosa, con un niño de dos años y con los abuelos. Como la casa dispone de una fuente propia y un sistema de purificación del agua, las Hermanas pudieron poner a disposición agua cuando otras fuentes se habían ensuciado debido a la avalancha de lodo en los montes. Las Hermanas le llevaron diariamente a las personas mayores de la vecindad una comida nutritiva y caliente. Cuando las calles quedaron otra vez transitables y se podía volver a comprar combustible, las Hermanas ayudaron a repartir ayuda material a los necesitados, especialmente a las personas en los montes. Estos bienes consistían, entre otras cosas, en comida, productos de higiene, medicamentos que no requerían de receta, linternas, baterías, hornallas a kerosén y a gas para cocinar, vestimenta y repelentes contra los insectos. También fue una gran alegría para las Hermanas ofrecerle a 500 estudiantes de la Universidad Católica el desayuno. Muchos de los estudiantes no tenían los medios para acceder diariamente a una buena comida.
El santuario de Schoenstatt: un lugar de refugio espiritual
Además de la ayuda material, las Hermanas le ofrecieron a las personas un lugar de refugio espiritual: el santuario de Schoenstatt y la Madre, Reina y Victoriosa tres veces Admirable de Schoenstatt se convirtieron para muchos en una fuente de fuerzas. Algunas personas acudían llorando, otras con un dolor silencioso. Dado que la comunicación con familiares se tornó imposible durante semanas, las personas preocupadas por ellos le encomendaron a María Santísima sus familias y amigos. Una señora que vino como una de las primeras al santuario desde las calles destruidas en los montes, le pidió a la Santísima Virgen que le ayudara a recibir ayuda material porque en su zona, las personas estaban tomando el agua contaminada movidas por la desesperación.
“Un Adviento de esperanza”
El sábado 2 de diciembre de 2017, más de 100 personas participaron en un día de retiro en nuestro santuario. El tema de este retiro fue: “Un Adviento de esperanza.” La Hna. M. Elena Lugo dio una reflexión sobre la esperanza en tiempos de desesperación.
Hoy, casi tres meses después del huracán, muchas personas siguen sufriendo por sus consecuencias y traen su dolor y dificultad al santuario. Al mismo tiempo, muchos vienen con corazones agradecidos por los milagros que la Santísima Virgen ha obrado en favor de sus familias desde el santuario. También las Hermanas de María en Puerto Rico están agradecidas de haber podido ayudar a la Santísima Virgen desde el santuario, cuya misión es ser “Santuario de la solidaridad”, a auxiliar a muchas personas mediante la ayuda material y el acompañamiento espiritual. La Hna. M. Sophy Ann Rivera resume así sus experiencias: “Es una bendición vivir la solidaridad profunda con las personas de mi país.”