Reflejo de lo divino – Signo de Eternidad
“Allí donde un santo cruzó el umbral de la eternidad y el cielo tocó la tierra, lo eterno y lo terrenal permanecen en constante contacto” (P. Alex Menningen, 1969).
Dios está en todas partes, mostrando los signos de su infinito amor y poder en cada pequeña y gran obra que encontramos en nuestro camino. La luz del sol, las flores, las estaciones, las personas que amamos, todo es signo de su amor divino y de su preocupación personal por nosotros. Podemos encontrar signos de eternidad en todo. Pero, ciertamente, Dios se manifiesta de manera singular en ciertos lugares y a través de personas que se ponen a su disposición como instrumentos.
El Padre José Kentenich, con todo su ser y su carisma paternal, es un instrumento en el que Dios concretó sus planes. A través de él nos regaló el santuario y la presencia efectiva de María como nuestra Madre y Educadora.
Muchas personas que se reunieron con él sintieron una atmósfera divina y experimentaron un reflejo del amor divino del Padre. ¿Cómo puede alguien reflejar lo divino con tanta claridad? Su profundo amor a Dios y su total entrega a María a través de la Alianza de Amor le permitieron al Padre Kentenich transmitir signos de eternidad a través de su ser.
El 15 de septiembre de 1968, después de la Santa Misa, el Padre Kentenich regresó a su hogar eterno. Dios mismo, en su amor, había elegido este tiempo y este lugar sagrado, verdadero signo de eternidad que une la tierra y el cielo en un encuentro final entre Dios y su fiel instrumento.
De este modo, el Padre Kentenich sigue siendo para nosotros una puerta abierta al encuentro con Dios. El Padre Eterno quiere continuar su misión en la eternidad y seguir revelando signos de la eternidad a través del Padre Kentenich. Su testimonio de vida es una luz para todas las personas que buscan el camino hacia el Padre, una imagen de la Divinidad, un signo de eternidad, un instrumento elegido para conducir a los hijos de Dios hacia el Padre.
El Padre Kentenich, un instrumento, eternidad, reflejo de lo divino