Un corazón “que escucha”
«Concede, pues, a tu siervo, un corazón que entienda, para juzgar a tu pueblo,
para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?»
(1 Rey. 3:9)
Esta es la respuesta del rey Salomón cuando Dios le pide que haga una petición para que Él se la conceda.
Un corazón que entienda (que escucha) es, sin duda, algo muy decisivo, también para nosotros los humanos de hoy. ¡Cuánta información recibimos todos los días, cuántas opiniones nos llegan en los periódicos, en la radio, en la televisión y en las múltiples formas del Internet! Qué difícil es distinguir entre lo bueno y lo malo; lo que es verdad, mentira o manipulación. Un verdadero desafío es escuchar la voz de Dios en el ruido de las muchas voces y sonidos, y reconocer lo que es justo según su voluntad; por cuál camino nos quiere conducir; para que la humanidad y cada individuo puedan encontrar «vida en abundancia».
El Padre Kentenich estaba convencido: «…A través de todo lo que sucede en los acontecimientos mundiales, el buen Dios quiere decirme algo personalmente. Podemos asumir que Él nos coloca en el centro de sus intereses, de tal manera que le concierne hasta el más mínimo detalle. Y todo lo que Él hace en el gobierno del mundo también está vinculado con un mensaje para mí.
Siempre debemos escuchar el mensaje de Dios detrás de cada insignificancia. Puede ser, lo que sea, siempre la pregunta es: Buen Dios, ¿qué Tú quieres decir con eso?»
Para el Fundador de Schoenstatt, esta pregunta se había convertido, por así decirlo, en una actitud básica que practicaba diariamente. Nos animó a practicar una especie de «revisión del día» cada noche: percibir los signos del amor de Dios, discernir su guía en cada evento, en cada encuentro, en los momentos hermosos y difíciles que ha traído el día. Él mismo lo llevó a una cierta maestría. Tanto es así, que el Obispo Tenhumberg pudo decir el día del funeral del Padre Kentenich: «Nunca he experimentado a una persona de la que estuviera convencido de que era una persona que escuchaba en todo momento, que escuchaba a Dios y, por lo tanto, una persona profundamente obediente».
Para poder escuchar atentamente, es importante callarse, tomarse el tiempo para dar espacio a la otra persona. Esto es especialmente cierto para nuestra relación con Dios. Aquellos que dan al silencio, a la oración, un lugar principal en la vida cotidiana, tienen más probabilidades de escapar del peligro de ser manipulados por la multitud de opiniones y eventos, y simplemente nadar en la corriente de la multitud.
Un pensamiento del Padre Kentenich, que te hace detenerte a reflexionar, dice así:
«La razón más profunda de la escasez de personalidades
es la falta de contemplación, de silencio».
Una vez el Padre Kentenich, explicó a un grupo de matrimonios estadounidenses, en un tono conversacional, utilizando un ejemplo práctico; cómo puede ser este escuchar a Dios en términos concretos:
«Pensamos: ¿Qué pasó ayer durante todo el día? ¿Qué experimenté ayer? También en mi negocio, por mi bien. ¡Tuve que lidiar con los empleados y cómo me hicieron la vida difícil! Ahora, ¿qué hago? Pienso: ¿Es esto una coincidencia? … Verás, para mí ahora la pregunta es: Buen Dios, ¿qué quieres decirme? …por mi causa, sobre la forma tan dura como mis empleados me trataron hoy. Verás, ya es un gran paso adelante que me diga a mí mismo: El buen Dios está detrás de esto. Y si tan solo lo hubiera permitido… Ahora tienen que pensar en lo que Él quiere decirles.
Oh, el buen Dios, a menudo puede decir mucho con pocas palabras. Tal vez quiera decirme: ¡Espera, también a veces eres terriblemente áspero en tu vida! ¡Ten cuidado, también tienes que superar la aspereza en ti mismo! ¿Y cuántas personas han sufrido por tus asperezas? … Por supuesto, tendría que pedirte que lo pruebes primero. Mira, es así: si se acostumbran a practicar esto a menudo, entonces después se vuelve tan habitual que ningún evento pasa sin que lo aprovechemos de una manera similar».
Estímulo para nuestras vidas
Todos los días realizar un pequeño «ejercicio de escuchar»: buscar el silencio, evaluar los acontecimientos y los encuentros. ¿Qué me conmovió? ¿Dónde Dios me habla?
«¡Señor, enséñanos a orar! …Toma cuidado de que aprendamos a escuchar de nuevo, a escuchar lo que nos dices a través de las inspiraciones; escuchar lo que nos dices a través de los destinos de nuestras vidas; ¡Escuchar lo que nos hablas a través de las grandes necesidades del tiempo actual!» J. Kentenich