Un corazón que “sabe escuchar”
– Parte 1 –
He estado viviendo en la ciudad de Zürich durante medio año. Desde un apartamento de dos habitaciones, disfruto tomando diferentes rutas por la ciudad todos los días. Por la mañana viajo en el tranvía a una Iglesia, para la Santa Misa, y más tarde en tranvía y autobús, en camino al trabajo o de compras.
Medicina de vanguardia y cuidado espiritual
Como Hermana de María (de Schoenstatt), estoy empleada por la Iglesia Católica en Zürich para el Cuidado pastoral hospitalario. Mis áreas de responsabilidad son dos clínicas ortopédicas de vanguardia. Aquí me encuentro con personas que están felices con las operaciones exitosas. Otros se sorprenden por un diagnóstico que cambia sus vidas. Otros se encuentran en situaciones dolorosas, con historias prolongadas de sufrimiento o temores de cirugía. En el llamado Cuidado Espiritual acompañamos a las personas en la enfermedad y en la etapa final de sus vidas, tanto en sus necesidades existenciales, espirituales como éticas. El enfoque del tratamiento de nuestros pacientes incluye lo físico, psicológico y social, además por igual la dimensión espiritual. A menudo, el acompañamiento también se extiende a familiares y parientes.
Mi colega protestante y yo apoyamos a las personas en asuntos espirituales y religiosos en una actitud de apertura ecuménica e interreligiosa. Por un lado, me acerco a los pacientes católicos, como también a otros pacientes, independientemente de su afiliación religiosa. Por otro lado, el cuidado pastoral es requerido por los propios pacientes, familiares, enfermeras o personal médico.
Cuando los ojos «hablan» y el «sol sale»
En el centro de rehabilitación para parapléjicos y cuadriplejia (médula espinal o parálisis completa) me encuentro con hombres y mujeres o adolescentes que están temporal o permanentemente en una silla de ruedas. Están acompañados por todo un ejército de personal de enfermería, especialistas, psicólogos y terapeutas competentes; y aprenden por medio de un entrenamiento rigoroso a encontrar su camino de regreso a la vida cotidiana, y lograr la mayor autonomía posible. Aquí una visita o un acompañamiento de nuestra Pastoral significa un cambio bienvenido y un estímulo importante. A veces, una broma o encuentros repetidos en el camino, se convierten en una «puerta abierta». Las conversaciones con el capellán y la Hermana de María generalmente alcanzan un nivel diferente al de las enfermeras y los médicos. Un accidente, una enfermedad cambia la perspectiva de la vida; además de lo que respecta a la recuperación física, también surgen preguntas espirituales y existenciales. Los pacientes confinados en casa, que son personas de fe, aprecian especialmente una visita, la conversación y el orar juntos. Pero incluso los pacientes ambulatorios, cuya fe o experiencia de Dios es limitada, tienen anhelos y preguntas que van más allá de todo lo «factible» y visible.
Una vez fui recibida por un paciente que se describía a sí mismo como no religioso:
«¡Es un placer que venga; ¡cuando usted está aquí, sale el sol en la habitación!»
Dilucidar dudas y preguntas
Por ejemplo, veamos el caso del Sr. S., que estuvo durante meses como paciente en nuestra Clínica de rehabilitación, como resultado de una caída por las escaleras. Ya en la primera visita encontramos una buena conexión entre nosotros y esto, aunque, como enfatizó, ya no podía creer en Dios. Hablamos, en el verdadero sentido de la palabra, sobre Dios y el mundo. Apasionado por los deportes, nunca se perdía un partido de la Copa Mundial, o una competencia de esquí; normalmente no permitía que nadie lo molestara, pero cuando llegué, permitió que la televisión estuviera en silencio. Juntos dilucidamos sus dudas y preguntas. Con el tiempo, a petición suya, oré con él y por él. Así que a menudo pedimos la bendición de Dios al final de una conversación. El Sr. S. siempre le contaba con alegría a su familia, que “su Hermana” lo había ido a visitar nuevamente. Juntos abrigamos esperanzas de su regreso a la casa, y golpes duros cuando estas nuevamente se disiparon. El Sr. S. falleció el 9 de febrero. A través de las visitas regulares, también se desarrollaron conversaciones con los familiares, y un acompañamiento en el proceso de despedida. Todavía estoy en contacto con su esposa y una hija.
Por lo general, una broma que libera la tensión
En la clínica ortopédica, el tiempo de hospitalización suele ser muy corto, solo de tres a cuatro días. Cuando entro en las habitaciones, como Hermana de María, los pacientes reaccionan de maneras muy diferentes. Algunos están espontáneamente complacidos, otros un poco irritados al principio. Sin embargo, esto no solo se debe al vestido de Hermana, sino al hecho de que son visitados por la capellanía de la clínica.
Algunos pacientes se dan cuenta de que ya casi no practican su fe, o creen en Dios. Por lo general, una broma o una pregunta sobre su condición libera la tensión en los pacientes, y comienzan a contar, a menudo la (s) historia (s), el por qué ya no van a la iglesia o no creen en Dios. Surgen momentos inapreciables en los que las cuestiones del significado (de la vida) y la fe encuentran un lugar. Y para mí, esto no se debe solamente al efecto del vestido de Hermana.
¡No, que venga la Hermana!
Una mujer estaba muy asustada cuando entré en su habitación. Pero en realidad, había venido a visitar a su compañera de cuarto. Después de la conversación con las otras dos pacientes, la mujer también retomó la conversación conmigo. Algo tímida, me preguntó si la visitaría al día siguiente. Con este paciente, que había dejado la Iglesia, se desarrolló un acompañamiento intenso y valioso durante un largo período de tiempo. Cuando regresó a nuestra clínica después de dos meses, expresó que le gustaría recibir la visita del capellán. La enfermera le contestó, que el capellán se encontraba allí, que lo llamaría de inmediato. Entonces la paciente dijo: «¡No, que venga la Hermana! – No importa si no viene hasta el lunes».
– Continuará –