10.06.2023

«¡Toma mi sí!» – 03

Candidatas de las Hermanas de María de Schoenstatt
Schoenstatt, Alemania

 

 

 

 

 

 

 

Catalina

 

 

 

Me llamo Catalina Duggan

Tengo 25 años y soy argentina. Terminé la carrera de terapista ocupacional en julio de 2021. Soy candidata a las Hermanas de María de Schoenstatt desde diciembre de 2019.

Para mí, la decisión de entregar mi vida a Dios fue más fácil que responder a la pregunta: ¿En qué comunidad me quiere Dios?

Me llevó mucho tiempo escuchar a Dios con claridad y un poco más darle mi sí.

La clave en este proceso

Mi tiempo de adoración semanal – durante dos años- fue clave en este proceso. Estar cerca de Jesús cada semana, formar un vínculo personal con él, fue clave para poder escucharlo. No siempre fue fácil perseverar, pero se convirtió en un tiempo cada vez más importante para mí porque significaba un oasis en el caos de mi cabeza y mi corazón. Podía contarle todo, incluso cuando no tenía nada que decir. Este encuentro con él me daba la fuerza necesaria para afrontar la semana siguiente.

Hubo un momento en esos años en que me di cuenta, que esas preguntas presentes desde hacía tanto tiempo no iban a desaparecer solas. Entonces tomé la decisión de hablarlo con alguien, de pedir ayuda.

Acudí a un sacerdote que me acompaña desde entonces y también me acerqué a la asesora de la juventud de mi diócesis. Ellos podían darme otra perspectiva, una visión objetiva, la cual me ayudó a poder salir de mí misma, y desenredar un poco mi caos interior. A través de esta experiencia puedo confirmar que Dios trabaja y habla a través de instrumentos, simplemente tenemos que abrirnos a Él.

Mi gran preocupación era que quería tomar una decisión realmente libre.

Por eso conocí otras comunidades. Si elegía la comunidad de las Hermanas de María, no quería hacerlo sólo porque era la única comunidad que conocía. Pensé que Dios necesitaba mi apertura de corazón para dirigirse a mí y guiarme. Necesitaba abrirme a otras posibilidades para conocer Su voluntad. Después de conocer otras comunidades, pude ver dónde latía más mi corazón, qué me encendía. Sin embargo, seguía siendo necesario dar mi sí, a pesar del miedo, de mis muchas inseguridades y de la sensación de ser demasiado pequeña. En cuanto me dejé caer en los brazos de Dios, pude sentir una paz y una quietud interior que nunca había sentido hasta aquel momento. Las frases

«Dios es un Dios de alegría y de paz»

y «La Mater no se deja ganar en generosidad» me dieron el valor que necesitaba para confiar plenamente en Su voluntad. Hoy, después de muchas dificultades y de mucho tiempo de espera, puedo decir que he recibido mucho más de lo que dí.

¡Y no puedo estar más agradecida!

Catalina