Hace diez años que trabajo en la Obra Familiar de Schoenstatt alemana, con base en la arquidiócesis de Freiburg. Nuestro Fundador, Padre José Kentenich, dice que las familias son el “fundamento y la corona” de la Iglesia y de la sociedad. Como Hermana de María de Schoenstatt trabajo apoyando y fortaleciendo a las familias, esta célula básica de la sociedad. Esta es una tarea desafiante y al mismo tiempo muy llena de sentido entre las tareas apostólicas que nos han sido encomendadas en este mundo. En este contexto para nosotras era importante participar del Encuentro Mundial de las Familias en Dublin / Irlanda dando testimonio, junto con la Obra Familiar de Schoenstatt internacional, de una imagen cristiana de la familia.
Junto con diez familias alemanas y unas 170 personas de la Obra Familiar internacional participamos en este acontecimiento eclesial en Dublin.
La experiencia más fuerte para mí en estos días fue constatar que la Iglesia y también este país necesitan el testimonio de familias alegres y viventes y de Hermanas y sacerdotes, que vivan con alegría y convicción su vocación.
Somos lo que somos
Los testimonios de fe y de vida de las familias me impresionaron mucho. Pero también afianzaron mi convicción: lo que María, la Madre de Jesús ha hecho por las familias – en la oración silenciosa en Nazaret, en el compromiso activo por su prima Isabel, en la profunda comprensión maternal de su Hijo Divino – todo esto podemos y debemos vivirlo también nosotras como Hermanas de la Madre de Dios y transmitirlo.
Somos lo que somos porque Dios nos ha llamado a serlo. Vivir plenamente la propia vocación con compromiso interior fue una vivencia que causó alegría en estos días. “We stick together”, estamos juntos, dijo alguien. Esto hace bien.
We stick together!
Hubo muchos encuentros en Dublin. Sea que fuéramos por las calles para llegar a nuestro próximo objetivo, o que comiéramos algo en un Pub o directamente en los eventos – una y otra vez alguien nos dirigía la palabra. Se buscó la conversación con nosotras, las Hermanas. Pudimos ser una señal de la fe, para la Iglesia y para el Papa. Y esto fue bueno, incluso infundió ánimo.
A través de todo esto me quedó más claro: nuestra fe, vivida auténticamente, es una respuesta maravillosa al sufrimiento y la inseguridad de nuestra sociedad. Y qué bueno que no luchemos solos, sino que rigen las palabras: “We stick together!”.