Mi querida Familia de Schoenstatt:
Cuando a fines de 1965, luego de catorce años de exilio, regresé a la patria y sobrevolé Francia, el apóstol de Engling, el P. Menningen, quien me acompañó y a quien, en 1942, desde la cárcel, le eché sobre los hombros el “manto de profeta”, me llamó la atención sobre Cambrai.
Espontáneamente comprendí y expliqué: la corriente de Engling, alimentada desde allí, se ha acreditado, entre tanto, como una obra maestra de la conducción divina y de la obediencia humana. Cuando estaban prohibidas las discusiones de fondo, esta corriente captó y penetró interiormente a la Familia de forma significativamente efectiva. La Familia vivenció en la historia de los jóvenes héroes el Acta de Fundación vivida ejemplarmente y la historia de fundación, con los tres puntos de contacto, previvida en una perfección ejemplar.
La forma en la que se llevaron a cabo los viajes al lugar de la muerte tuvieron una acción más profunda que los ejercicios espirituales y las jornadas de estilo habitual. Estos viajes aumentaron y se repitieron año tras año. Con el tiempo, todos los círculos de Schoenstatt se han participado de ellos. A través de esto – así parece – Dios ha dado a conocer su propósito de manera inconfundible. Si no nos equivocamos, Él lo ha previsto para el honor de los altares. Que este quincuagésimo aniversario de su muerte nos lo haga revivir y lo haga digno de la beatificación mediante el milagro requerido.
Schönstatt-Cambrai, para el 4 de octubre de 1968
J. K.