Al ser llamado a la eternidad, el Padre Kentenich cumplió la promesa que nos había hecho: venir a visitarnos a Australia “desde el cielo”. Durante cincuenta años nos ha acompañado esta promesa.
En agradecimiento por la conducción del Padre Kentenich y con ocasión del quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, la Familia de Schoenstatt en el oeste de Australia decidió insertar un diamante en la corona de la Mater ter Admirabilis en el santuario como
signo de la presencia permanente de nuestro Padre.
Durante los nueve meses de preparación todos procuraron tomar aún más conciencia de su presencia. Un grupo buscó inspiración para su vida en las virtudes del Padre Kentenich – radiantes como un diamante –: amor misericordioso, alegría, humildad, bondad, lealtad, entrega a Dios, pureza, veracidad, generosidad. Esta aspiración despertó la inventiva y creó un clima de alegría y de benevolencia mutua. Otros grupos estudiaron textos biográficos sobre el Padre Kentenich, lo que los llevó a relacionar más con él su vida cotidiana.
El valioso diamante, donado por un matrimonio, fue insertado en la corona que nuevamente le fue ofrecida a la Santísima Virgen por el obispo emérito Hickey durante la celebración del 15 de septiembre.
“Ahora, cuando vamos al santuario”, comentó un matrimonio, “y vemos el diamante, sabemos que el P. Kentenich está aquí, como lo confirmó él tantas veces:
‘Quien me busca me encuentra siempre en el santuario.‘
El pequeño diamante en la corona nos confirma también en la certeza de que su promesa se hizo realidad: ‘Estoy en Australia ‘desde el cielo’.