Al servicio del Movimiento de Schoenstatt
Como Hermanas de María fuimos fundadas para inspirar y servir al Movimiento de Schoenstatt, para que pueda dar abundantes frutos.
«Todo aquel que se contacta con nosotros debe poder percibir algo del fuego, algo del brillo. Todo aquel que se encuentra con nosotros debería tener un encuentro con Dios.»
(P. J. Kentenich)
Solo quien arde por Dios puede encender a otros.
También nosotras nos entregamos mutuamente el fuego: vivenciar la comunidad y colaborar en su edificación diaria nos regala hogar y fuerza en medio de los desafíos de la vida cotidiana.
La vida de una Hermana de María de Schoenstatt es una
Así como los Apóstoles, también nosotras tenemos una misión.
Todo lo que hacemos es “apostólico”: contribuye a acercar a los demás a Dios y a hacerles el bien. Trabajar, rezar, estar enferma, descansar, conversar, tener encuentros por el camino… en todo esto arde el fuego.
Nuestra actividad dentro del Movimiento de Schoenstatt forma parte de la tarea central de nuestro Instituto. Esta actividad la llevan a cabo Hermanas que se forman juntas para estas tareas y se apoyan mutuamente en el trabajo en común. Se trata de servir a la vida y vocación cristiana de los demás para, a su vez, capacitarlos para ser apóstoles en su ámbito vital.
Como Hermanas de María llevamos adelante también proyectos en común, como ser, por ejemplo, centros de Schoenstatt, escuelas, jardines de infantes, hospitales…
“Debemos vivir como redimidos…
Esta es la única Biblia que el hombre moderno lee: la vida del cristiano.”(P. J. Kentenich)
Como Hermanas de María fuimos fundadas para inspirar y servir al Movimiento de Schoenstatt, para que pueda dar abundantes frutos.
Ser Hermana de María de Schoenstatt significa ser educadora. El Padre Kentenich fundó nuestra comunidad como alma de un movimiento de educación.
Como Hermanas de María de Schoenstatt estamos llamadas a colaborar en la dignificación del ser humano a partir de la realidad en que se encuentra. Por eso llevamos adelante diferentes iniciativas y proyectos sociales.
Como María, queremos servir a Dios y a los hombres. En el sector de la salud, este servicio es existencial. Cuidar, ayudar, sanar: acompañamos a las personas en su debilidad y fragilidad, y compartimos con ellas esos momentos difíciles de su vida.
Como Instituto Secular, las Hermanas de María de Schoenstatt desarrollamos nuestra misión en los más variados ámbitos, tareas y profesiones en los que, como mujeres, podemos dar un aporte a la Iglesia y a la sociedad.
Estar en diálogo con Dios: escuchar y hablar. Dejarse encender por Él.
A través de la vida apostólica nuestra oración recibe una nota especial. Procuramos descubrir a Dios en todo y en todas partes: en las personas y en las cosas, en el acontecer del tiempo y en la voz del propio corazón. Esto nos ayuda a seguir sus “señales silenciosas” y a dejarnos conducir por Él.
“Debemos cultivar el amor.” (P. J. Kentenich)
Los vínculos personales profundos necesitan tiempo. Nuestro vínculo con Dios necesita tiempos en los que estemos exclusivamente con Él.
Estos momentos son valiosos para nosotras. Como comunidad tenemos diariamente tiempos en común y personales de oración y meditación, de silencio y recogimiento. Están elegidos de tal modo que también sean posibles cuando la jornada está marcada por el ritmo de trabajo actual.
Una vez al mes tenemos tiempo para una retrospección personal y una nueva orientación. Cinco días en el año están destinados a la renovación interior a través de los ejercicios espirituales. El apostolado no puede ser fructífero sin la oración:
“Una nueva evangelización… siempre debe comenzar con la oración, pedir, como los apóstoles en el Cenáculo, el fuego del Espíritu Santo. … Sin la oración, nuestras acciones se vuelven vacías y nuestro anunciar no tiene alma, y no está animado por el Espíritu.” (Papa Francisco)
Desde el comienzo de nuestra comunidad, además de la marcada línea apostólica, hubo una línea contemplativa. Ésta se desarrolló muy pronto, y llevó a la fundación de la rama contemplativa de nuestra comunidad: las Hermanas de la Adoración tienen como tarea principal la oración y la adoración de Dios.
Las Hermanas de la Adoración rezan en común la Liturgia de las Horas de la Iglesia y hacen adoración eucarística. En nombre de todas las demás Hermanas presentan ante Dios las intenciones de Schoenstatt, de la Iglesia y de todas las personas.
Somos familia. Esto marca nuestra vida cotidiana.
Una gran parte de nuestras Hermanas vive en casas comunitarias pequeñas o grandes. Vivimos y trabajamos juntas. Nos encontramos en las comidas. Oramos juntas. Regularmente tenemos intercambios espirituales. Cada una puede aportar a su modo y con sus capacidades. Para nosotras es importante crear en común un clima de alegría y benevolencia. El ser familia es una tarea permanente. Pero también otorga fortaleza y un hogar, lo cual es causa de alegría.
De acuerdo a las exigencias del trabajo o para corresponder a las diferentes tareas apostólicas, algunas Hermanas de María también viven solas. Sin embargo como “externas” son miembros de alguna casa comunitaria. Hacia allí regresan cada tanto, incorporándose al ritmo de la vida familiar. La posibilidad de abordar diferentes exigencias y situaciones exteriores, le confiere flexibilidad a nuestro Instituto – una característica que se corresponde con las condiciones de vida actuales.
En el creciente individualismo que nos rodea, nuestra vida “en familia” adquiere también un valor para otros. En contra de la tendencia a la nivelación cada vez más fuerte en la sociedad, es importante que estemos en medio de la vida como verdaderas personalidades.
La visión de nuestro Fundador del hombre nuevo en la comunidad nueva permanece como un desafío para nosotras. Él siempre quiso que las personas fueran formadas como auténticas personalidades contando con toda su originalidad. Quiso una comunidad de personas tales, que con libertad interior se comprometan unas por las otras y por metas en común, complementándose y educándose mutuamente – esta no es una exigencia pequeña. ¡Seguimos adelante!